Una historia común
Todo empezó, como sucede en tantas ocasiones, con las apuestas ilegales. Suena casi a tópico describir la fascinación de la juventud con las peleas de dromedarios contra centauros, elfos contra dragones, perros contra rinocerontes alados, o mismamente las luchas del hombre contra sí mismo, contra los demás, contra la naturaleza y contra Dios. Pronto llegaron, como siempre, los beneficios fáciles e inmediatos, el dinero corriendo a raudales. Las monedas y los billetes le salían por los poros, y un día se despertó con un árbol de yenes (es decir, un yenal japonés) creciéndole en la oreja izquierda. Vestía costosos trajes con miles de millones de bolsillos, cada uno de los cuales albergaba miles de millones de sub-bolsillos. Su audacia, como su abundancia de bolsillos, no conocía límites. Vivía aquí y allá, un día estaba en Leganés, y otro día en un refugio secreto en lo más alto de una montaña muy alta, pero mucho, para aparecer dos días después en un casino de Ohio (o Winsconsin, que es lo mismo). Siempre huía de los ejércitos de polichinelas que le perseguían, y de los enjambres de abejas en los que se transformaban cuando estaba soñando. Sin embargo, esta huida perpetua no le impedía asistir a las fiestas más elegantes, aquellas que convocaban los nobles, y otros vertebrados adinerados. Organizó unas cuantas peleas insólitas, que fueron muy comentadas en los bajos fondos de las ciudades portuarias, en los traicionaderos, en los gangsteródromos y en las plazoletas: Jesucristo contra el Minotauro, la Madre Tierra contra los melocotones en almíbar, los insectos sin alas contra los insectos con alas... Nada era sagrado, y eso acabo perdiéndole:
El día que organizó la pelea final, Dios contra el Demonio, puso todas las esperanzas en un Dios vencedor y un Satanás volviéndose a su infierno con el rabo entre las piernas. Todo un éxito publicitario. En el último momento, sin embargo, pasó lo que tenía que pasar. Dios se achantó, se volvió a su cielo y llamó a sus abogados. Se reunieron con los abogados del Diablo, y decidieron denunciarle a las autoridades.
Hoy se marchita deprisa mientras el tiempo pasa muy muy despacio, tiene una barba larga y blanca, le faltan dientes, y no tiene ni un solo yen que llevarse al bolsillo, ni un solo bolsillo para albergar toda su fortuna, sus cero yenes, que un día, sin duda, acabará perdiendo.
El día que organizó la pelea final, Dios contra el Demonio, puso todas las esperanzas en un Dios vencedor y un Satanás volviéndose a su infierno con el rabo entre las piernas. Todo un éxito publicitario. En el último momento, sin embargo, pasó lo que tenía que pasar. Dios se achantó, se volvió a su cielo y llamó a sus abogados. Se reunieron con los abogados del Diablo, y decidieron denunciarle a las autoridades.
Hoy se marchita deprisa mientras el tiempo pasa muy muy despacio, tiene una barba larga y blanca, le faltan dientes, y no tiene ni un solo yen que llevarse al bolsillo, ni un solo bolsillo para albergar toda su fortuna, sus cero yenes, que un día, sin duda, acabará perdiendo.
4 comentarios
General Torrijos -
Malsapo -
Sinfo -
Suele pasar.
Me gustan las historias sin límites.
Muy bueno, Pakito.
Stuff -